Y sabrás lo que es vivir…

Cuando me di cuenta qué era el mundo no sonreí, sino que lloré, no se muy bien por qué, pero lloré. Toda esa gente al rededor, algunos riendo, otros llorando y otros mas bien indiferentes abocados a su trabajo de tal manera que la automatización asustaba, no me dieron una buena primera impresión.

¿Cómo explicarles y que me crean lo que sentí si la mayoría de ustedes, o todos, no se acuerdan de cuándo conocieron el mundo?. Nunca fue alentador para mí. Desde el primer momento me di cuenta que había gente que reía pero también gente que sufría, gente que lloraba pero también gente que era indiferente. Las contradicciones, los opuestos, los extremos, todo era señal de una sola cosa que inevitablemente yo también, ahora que conocía el mundo, iba a tener que enfrentar: las injusticias. Porque la vida nos da cosas buenas, por eso allí donde hay una risa es porque hay alegría, pero la vida nos da también cosas no tan buenas, porque donde hay llanto, generalmente, es porque hay dolor, donde hay sufrimiento es porque hay indiferencia. Inevitablemente iba a tener que saber enfrentar todo esto y más.

Recuerdo muy bien que ese día yo hablaba con la gente, yo sé que les hablaba, pero ellos no querían escucharme. Así, solo, rodeado de gente pero solo, me sentí cuando me di cuenta qué era el mundo.

Y eso es todo lo que me acuerdo del día en que nací. Hoy tengo cuarenta y tres años y la vida me ha hecho conocer más injusticias que cosas buenas. Vivo en la plaza que está frente a la estación de colectivos. Todavía cuando hablo nadie quiere escucharme y sigo sin poder sonreír, aunque ya tampoco puedo llorar más.

~ por marianombar en 2 agosto, 2010.